Lo que no aprendimos en la escuelita
Lo que no aprendimos en la escuelita

Lo que no aprendimos en la escuelita

El momento antes de entrar a la cancha para un partido difícil es muy tenso. Esa presión nos puede jugar en contra y no es por falta de talento ni de estado físico.

Todos vivimos algo así alguna vez, y también vimos gente muy buena jugar un partido horrible. Lo que nos lleva a la pregunta, ¿qué es lo que hace a un jugador ser “bueno”? ¿Qué es lo más determinante? ¿Es el talento, el estado físico, la velocidad, la mentalidad?

Para mí es lo último, es crucial para saber jugar al fútbol.

No tiene mucho sentido decir eso así nomás, pero para dar contexto voy a explicar dos habilidades cruciales de un partido de fútbol.

Primero lo primero, la cosa más básica del fútbol que nadie hace; levantar la cabeza cuando se lleva la pelota. ¿Qué te da esto? Una fracción de segundo de ventaja sobre el resto. Resulta que si miras a tu propio pie cuando llevas la pelota, cada vez que alzas o bajas la mirada perdes tiempo, y en ese instante todos los jugadores en la cancha ya cambian de posición.

Seguro te estas acordando de todos los pases que parecían perfectos pero quedaron un poco muy atrás o un poco muy adelante, o las veces que por “lento” te alcanzaron a puntear. La manera de evitar esto es levantando la cabeza con la pelota a los pies. Es un error tan generalizado en el fútbol que hasta es común en el fútbol profesional (los defensores más pysatroncos por lo menos).

Se puede decir que este consejo conlleva cierta destreza, pero el cambio de mentalidad es el primer paso. El nivel intermedio es levantar la cabeza al recibir pases y así poder hacer paredes, el truco más antiguo del fútbol. La idea es soltarse cada vez más en el juego, no tratar de hacer pases imposibles.

La segunda habilidad clave para jugar al fútbol: ser ordenado.

Ese nomas es el secreto, moverse dentro de un radio de juego (dependiendo del tamaño de la cancha) donde no se encimen entre compañeros de juego. El fútbol debería ser muy simple, con pases cortos y rápidos hasta encontrar el hueco, al final lo difícil es hacer que parezca fácil.

No hay nada peor que un jugador que no sabe dónde tiene que pararse; y peor, muy argel es cuando te quieren robar el saque de lateral por desordenados.

En ataque, si el equipo no rota, hay desmarcarse en el momento adecuado hacia una línea imaginaria de pase entre el que tiene la pelota y el que va a recibir. Si el equipo rota, depende de la posición pero en líneas generales se cubre el espacio que se liberó. Si se pierde la posesión se baja a cubrir la marca al que rotó. En defensa, como regla general nunca jamás de los jamases se debe estar sin marca. Si no hay a quien marcar es porque el equipo se tiene que reordenar.

Vital es el orden en la marca, perseguir tipo jagua’i al que tiene la pelota desgasta al jugador, desordena al resto y abre espacios para el ataque. Si el ataque rota siempre se le sigue al hombre hasta que haya un cambio de marca; y en tal caso se grita el cambio para que no queden dudas. Ahí, en el cambio de marca es donde ocurren la mayoría de los errores y la comunicación evita la gran mayoría.

Estas dos habilidades son aplicables para todos porque son cambios de mentalidad, son irrelevantes al talento y al físico. Un no talentoso que es bueno mentalmente es un cumplidor y los cumplidores siempre son solicitados porque son confiables, para enfriar el partido, ordenar la marca y para ser un equipo regular a lo largo del torneo. Un talentoso que aplica estas dos cosas se vuelve el jugador que marca la diferencia dentro de la cancha.

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